Una noche como la de ayer pero de 1974, luego de celebrar misa en la Parroquia San Francisco Solano del barrio Villa Luro (CABA), un sacerdote de 44 años se retiraba de aquel lugar. Había sido ordenado 15 años atrás, luego de cursar y abandonar la carrera de abogacía.

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Pertenecía a una familia de clase media acomodada, y el giro que dio a su vida marcó no solo a su familia sino a toda la sociedad al punto de ser partícipe de la fundación de una nueva línea de trabajo sacerdotal: fue uno de los 270 sacerdotes que adhirió en 1967 al Mensaje de los 18 Obispos del Tercer Mundo, decidiendo autodenominarse Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

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Por aquel mayo de 1974 el religioso ya sabía que su vida estaba en juego, su posición social y política lo habían expuesto frente a los intolerantes de aquel tiempo. Y antes de subir a su auto estacionado en la puerta de la parroquia fue acribillado de 14 balazos por varios hombres. Sobrevivió, pero murió dos horas después adentro de un quirófano rodeado de una patota que lo único que esperaba era certificar su muerte.

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Tres años antes ya había dicho y anticipado: "Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición." Y a partir de aquel 11 de mayo dejó escrito con la vida su legado: Padre Carlos Mugica, el cura villero.

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El suyo es un nombre que nadie se atreve abiertamente a discutir. Las líneas políticas opuestas a su postura reconocen su honestidad, coraje y convicción. Los sectores críticos de la Iglesia en la jornada de ayer  también callaron, todas las razones que los impulsa caen ante tamaña figura que realizó de su sacerdocio un compromiso de auténtica fe y entrega por los más pobres. 

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Su perfil social fue completo, pero no prevaleció su actividad política, atrás quedó el acercamiento del religioso al peronismo o su cuestionamiento al grupo Montoneros durante un período de fuerte intensidad política en donde las posiciones no eran tibias, sino bien definidas. Su legado es para quienes luego tomarían su figura como hombre de fe y compromiso humano.

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Hace 22 años sus restos se trasladaron desde el cementerio de la Recoleta hasta la Parroquia Cristo Obrero de la Villa 31 de Retiro, donde descansan actualmente. El sacerdote había desplegado su mayor obra en este sitio, el traslado había sido sugerido por el Equipo de Sacerdotes para las Villas de la Arquidiócesis de Buenos Aires, y fue encabezado por el entonces Arzobispo de Buenos Aires, Jorge M. Bergoglio.​