¿Cuánto más puede sumarse a todo lo dicho sobre el conflicto palestino-israelí? Mucho, porque la injusticia puede ser un allí afuera, siempre angustiante y despreciable, pero impalpable cuando no pertenece al saco puesto que llevamos encima.

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Situaciones como la de estos enfrentamientos, expuestos al plato comunicacional de la información inmediata como jamás antes han sido vistos, nos coloca a todos no solo como espectadores sino también como testigos del crimen y la mentira.

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Mas allá de todo dato histórico que respalde una u otra posición, lo cierto e ineludible es que Israel representa hoy al Goliat que somete y mata. Nadie puede hablar de "conflicto bélico" entre 2 Estados cuando uno es potencia militar y otro apenas una milicia armada; donde al mismo tiempo hay 20 bajas de un lado contra 200 del otro; donde una nación expande su territorio y otra es reducida a mero barrio superpoblado; cuando unos tienen el apoyo de quienes lideran la economía y comunicación global, y otro carece de infraestructura y su voz es marginada.  

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La “humanidad” del gobierno israelí asombra: dicen anunciar primero el lugar que bombardearán para “salvar vidas”, cuando bombardean de madrugada sorprendiendo no solo a enemigos sino a todo su entorno civil. Para después de 9 días de intensos bombardeos abrir un corredor de ayuda humanitaria hacia la Franja de Gaza, lo que evidencia además de la desproporción de fuerzas, el aislamiento y sometimiento total que padecen los palestinos.

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Queramos o no, asistimos como público al crimen legitimado, a la lapidación oficializada. Somos testigos de la miseria de nuestro género pero no cómplices. Al menos no, mientras abandonemos la indiferencia, tibieza, y tomemos posición frente a la Injusticia brutal que presenciamos.