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EL CRONISTA DE LA DESIDIA

Por Gustavo Grazioli
Cartero de profesión, que debido a su nulo ingreso con la literatura tuvo que dedicarse a los peores trabajos. Charles Bukowski, fue un escritor y poeta totalmente distinto a los de su generación: alcohólico, autobiográfico, sagaz, crudo, descabellado, de gran devoción por las carreras de caballo y el sexo

Un par de golpes de más pueden llegar a ser un grave problema para un niño. Algunos padres – si no la mayoría -  a causa del exceso de conservadurismo, se han convertido en el desencadenante de que sus muchachitos encontraran una escapatoria aleatoria en la literatura. Y no solamente, estos jóvenes, se han quedado en la lectura sino que han pasado a empuñar la pluma para garabatear las imágenes más terribles. Mucho después a esta forma, la industria le encontró un nombre para poder venderlos sin problemas de etiquetas: le pusieron “escritores malditos”. Entrar a detallar lo que esto significa sería divagar por mediaciones que el discurso dominante encontró para una serie de compartimientos, que no dejan de ser ajenos para ellos pero que si forman parte de un universo al cual se le saca bien el jugo: facturar tras la agonía que ese escritor sufre en carne y hueso de lo que es transitar por este mundo, cerdo y pernicioso.

Para el caso, esto a Charles Bukowski le importó muy poco, porque cuando pudo dejar la bolsa que se colgaba llena de cartas, todos los días en su espalda, ya había parido largos años el asiduo andar del trabajo asalariado. Más allá de esto su lineamiento siempre estuvo sesgado por los maltratos que sufrió de chico y además de profesar un profundo amor por la literatura, se hizo amante del alcohol, el cual cumple un papel de mucho protagonismo tanto en su vida de no ficción como en las historias que vive su alter ego Henry Chinaski. A pesar de ser un amante de las orgías, también tuvo sus amoríos con Janet Cooney Baker, quién fallecería a causa del alcohol y con Linda King.

En los años 50 comenzó a escribir poesía y publicó una de ellas a los treinta y cinco años de edad. A los cincuenta dejó el trabajo como cartero y se dedicó de lleno a la escritura, la cual era autobiográfica en su mayor porcentaje. Este bebedor incansable fue un gran caminante de lo que se llamó la bohemia, incluso hizo de esto un acto verdadero sin ningún tipo de teje y maneje con los salones literarios. Alcanzó trascendencia después de muerto como suele suceder con figuras de este tipo, porque como dijimos al principio: estas personas se convierten en personajes que después van a parar a documentales y los más jóvenes quieren ser como ellos, mientras los señores cuentan sus billetes.

Alicia S. Mariani

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(Mal) asociado a la generación beat por su estilo y actitudes, logró desprenderse de eso a través del discurrir de sus acciones virulentas, bordeando casi el punk; ¿por qué se lo asoció a los escritores beat? Porque su forma de vivir siempre estuvo alejada de las adquisiciones materiales y generalmente aspiro a tener los peores trabajos para tener más tiempo para escribir. Otra característica semejante, quizás, haya sido su andar nocturno por los distintos recovecos inhóspitos de la ciudad, más la suma de cantidades exorbitantes de alcohol. Este cronista de la desidia, la borrachera y el sexo sucio, de alguna manera ha impuesto una forma estilística para la deshonra de algunos académicos servidores de la torre de marfil.

Bukowski a fuerza de espontaneidad, de escritura compulsiva sobre un papel en blanco y bancarse los rechazos de todas las revistas a donde enviaba cuentos, terminó escribiendo más de cincuenta libros y traducido a decenas de idiomas. Su talento de escritor lo pudo descubrir o encontrar cuando iba al colegio; su maestra de quinto año había solicitado a los alumnos que fuesen a ver un acto del presidente Herbert Hoover y debido a que no se animó a pedirle a su padre que lo llevara, inventó una crónica de lo sucedido y lejos de ser reprendida fue alaba por la profesora delante de todos los alumnos. A la lectura llegó por sus visitas constantes a la biblioteca pública y de esta forma combinaba libros y escritura, más alcohol. Y todo esto casi a los catorce años de edad. De esta forma contrarrestaba las desmesuras de su padre, quien lo golpeaba con cinturones de gruesas hebillas o le tiraba cuadernos donde escribía cuentos sobre las guerras mundiales, porque no le gustaba que anduviera en esas cosas, que consideraba estupideces y pérdida de tiempo. A parte de esto, Charles, sufría un acné demasiado desalentador que lo condenaba a alejarlo de la gente. Generalmente se le acercaban lúmpenes, obreros y demás personas, que lo cercenaban a ver la desdicha de vivir sobrio.

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Bukowski con palabras francas en cada una de sus historias, se dedicó a contar el tiempo que le llevó ganar algunos pesos con la literatura. En cada una de ellas recuerda su profesión de muchos años: cartero; y también sus muchas renuncias, peleas con jefes y las locas formas de repartir las cartas. No era una persona demasiado abocada a atender órdenes sin cuestionarlas y siempre que el oficio se lo permitía en cada reparto se hacía de una mujer distinta, por lo tanto veneraba este trabajo porque lo definía como “repartir cartas y echar polvos”. En su novela Cartero que es la más autobiográfica de todas, cuesta mucho no imaginarse a Bukowski cuando Henri Chinaski deambula por las más locas aventuras de capítulo a capítulo. Por supuesto que un escritor de esta talla para ese contexto (ampliamente retrogrado), no era lo que más se veneraba. Su forma arrolladora en la forma de contar con descripciones turbulentas e indecentes, casi un degenerado (dirían muchos), estaba fuera del alcance de cualquier revista o editorial. Muchos lo habían denominado como un “realismo sucio”, pero eso quedará a consideración de cada uno, una vez que lo lea.

Este hombre que abandonó la universidad cuando intentó estudiar periodismo, porque en vez de asistir a las clases se tiraba en el campo a dormir o a beber, a los 35 años tuvo una hemorragia estomacal que lo puso al borde de la muerte. El médico que lo atendió en ese momento le había pedido que no tomara una gota más porque ese sería su fin. Su novia del momento, entonces, le sugirió que comience a asistir a las carreras de caballos para aminorar las ansias de tomar. Bukowski vivió hasta los 73 años, tomando las mismas cantidades o más.

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