HUMANAMENTE CONTRADICTORIO
Por Pablo Medina
Dibujo: Liliana Vicente
Una mirada sencilla de voz débil. Un rostro duro tal vez coraza. Y un corazón traducido en sonido, se perciben a través de la música como de las fotografías del trompetista y cantante de jazz estadounidense
Chet Baker
Quién fue no sabremos. Sí qué dejó: un estilo no caracterizado por la potencia ni la precisión. Pero cálido, amable, íntimo, nostálgico. Propio de un corazón frágil, sensible, y humanamente contradictorio. Algo comprendemos, intuimos, sobre un tipo que a sus 16 años se enrola en el ejército e integra la banda militar, y más tarde las presidiarias. Alguien que inicia estudios de música y dos años después los abandona. Una figura nocturna pero también diurna. Un adicto a la heroína. Arrestado varias veces. Preso año y medio en Italia. Expulsado de Alemania, Suiza, Francia y el Reino Unido. Hay datos para sospechar que Baker sería esa clase de personas que uno no quisiera cruzar. Tuvo el perfil juvenil de los estéticos años cincuenta y en su adultez debió modificar su embocadura en la trompeta tras perder a trompadas toda su dentadura. Su deterioro por bucear en los abismos fue notorio y desdibujó su rostro. Aún así, mientras esto sucedía generó y brindó toda la belleza de su música. Lejos de un análisis que de por sí sería imprudente y fallido. Las fotografías impactan por sí solas ante posturas de Baker que parecieran buscar refugio en brazos de su mujer. Puede que le cediera y concediera algún tipo de supremacía, quizás admiración por fortalezas de las que él careciera. Su gesto desahuciado y la frágil mirada no solo peticionarían protección, sino también auxilio. En 1988 falleció a los 58 años. Cayó por la ventana de un hotel en Ámsterdam tras consumir heroína y cocaína. Todo indicaría pensar que Chet padeció ser quien fue. Este breve texto no tendría relevancia ante otras historias similares y aún peores si no fuera porque Baker además sembró su arte e impronta en la cultura universal a través de una discografía con más de 130 álbumes durante tres décadas. Podrá decirse que el arte no salvó a Chet Baker, pero a través de su obra sin dudas ese corazón aún respira.
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